Durante su juventud en Jonia, el uso temerario de la magia de Syndra aterraba a los ancianos de su aldea. La llevaron a un templo retirado y la dejaron a cargo de un viejo mago. Para deleite de Syndra, el mago le explicó que aquel templo era una escuela, un lugar en el que podría desarrollar su talento bajo su supervisión. Aunque aprendió mucho durante su estancia allí, Syndra ya no sentía el poder creciendo en su interior como había ocurrido durante su juventud. Su frustración aumentaba más y más y, finalmente, se enfrentó a su mentor, exigiendo una explicación. El mago le reveló que había adormecido la magia de Syndra, con la esperanza de que aprendiese autocontrol y mesura. Al sentirse víctima de tal traición, avanzó hacia el mago y le ordenó retirar el hechizo que retenía sus poderes. Él retrocedió y le explicó que, si no podía controlarse, se vería forzado a anular la magia de Syndra por completo. Furiosa, invocó su poder y estampó al anciano contra los muros. Al morir su mentor, Syndra sintió como todo su potencial desatado la invadía por primera vez en años. A pesar de haber recuperado su libertad, se negó a volver a la sociedad que había tratado de robar su don. En su lugar, decidió transformar su antigua prisión en su propia fortaleza. Forzando los límites de su magia, arrancó la estructura de sus cimientos y la alzó hacia los cielos. Con libertad para ahondar aún más en su arte, ahora el objetivo de Syndra es volverse lo suficientemente poderosa como para destruir a los débiles y estúpidos líderes de Jonia... y a cualquiera que se atreva a intentar encadenar su grandeza.
''El poder pertenece a aquellos que pueden esgrimirlo''.
-- Syndra
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