Sus flechas acabaron con las tropas que intentaron aquel día adentrarse en el templo. Sin embargo, al volver a la aldea descubrió que esta había sido reducida a poco más que un cementerio en llamas. La pena se apoderó de él al ver a su familia muerta, seguida de un profundo arrepentimiento y de un odio intenso. Juró matar a todo invasor noxiano, pero antes tendría que hacerse más fuerte. Se giró hacia aquello por cuya protección lo había sacrificado todo. El foso de corrupción lo consumiría completamente, igual que una llama devora la mecha, pero su abominable poder ardería en su interior hasta que el antiguo Varus desapareció. Era un camino sin retorno. Con una sombría resolución, se condenó a sí mismo con las llamas oscuras, sintiendo cómo la energía malvada se adhería a su piel… y, con ella, la promesa de la destrucción. Partió en busca de la sangre de todos los noxianos que participaran en la invasión, una tarea espeluznante que, con el tiempo, le llevaría hasta los responsables más importantes de la invasión en la Liga de Leyendas.
“La vida de una flecha es fugaz, y su único sentido es seguir una dirección y alcanzar un objetivo''.
-- Varus
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