En los páramos de Urtistan existió una vez una gran ciudad. Sucumbió hace tiempo en una terrible Guerra Rúnica, como muchas de las tierras al otro lado de la Gran Barrera. Sin embargo, hubo un superviviente: un hechicero llamado Zilean. Obsesionado con el tiempo, no podría haber habitado otro lugar que no fuese la Torre del Reloj de la ciudad. Mientras la destrucción de la guerra se acercaba a su hogar, Zilean experimentó con una potente magia temporal para adivinar todos los futuros posibles, con la esperanza de descubrir una solución pacífica. Sin embargo, sus encantamientos afectaron a su percepción del paso del tiempo, y cuando Urtistan fue atacada por toda una falange de oscuros caballeros invocadores de afiliación desconocida, él se encontraba sumergido en una estasis contemplativa. Cuando pudo darse cuenta de su error, Urtistan ya se había reducido a cenizas. Los invocadores responsables de su destrucción habían dejado hábilmente intacta la Torre del Reloj, para evitar atraer la atención de Zilean y para atormentarlo por su descuido.
Zilean apenas tuvo tiempo de lamentar su pérdida antes de darse cuenta de que su peligrosa investigación tenía un cruel efecto secundario: la cronodisplasia. Esta enfermedad mística le otorgaba la inmortalidad, pero apartaba su conciencia de su vínculo con el tiempo presente. Ahora su mente atraviesa el tiempo a la deriva, desde cualquier momento vivido hasta el presente, incapaz de afectar a los acontecimientos que se revelan. Lo más angustioso de esta maldición es que a veces Zilean experimenta Urtistan tal como antes fue, mientras que el resto del tiempo reside en sus abandonadas ruinas. Sólo la poderosa magia invocadora empleada por los miembros de la Liga de Leyendas ha sido capaz de tratar su enfermedad, y Zilean se ha unido a ella con la esperanza de hallar una cura y, por tanto, una forma de salvar a su gente.
“No hay pena más grande que la sufrida por una pérdida que aún está por llegar.”
-- Zilean
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